miércoles, 30 de julio de 2008

¡CERRADO POR VACACIONES!


Volveré en septiembre, con muchas ganas de contar cosas y de actualizar desde mi nuevo ordenador... Estos meses he estado mendigando porque el mío se había estropeado y por eso mis actualizaciones han sido un tanto esporádicas. Habrá más y mejor...

¡Felices días de descanso a todos!

lunes, 28 de julio de 2008

El amor siempre tiene dos caras

Angelique (Audrey Tautou) es una estudiante de historia del arte con mucho talento. Está locamente enamorada de Loïc (Samuel Le Bihan), un cardiólogo casado a punto de ser padre. Ella está convencida de que él acabará dejando a su mujer porque se aman por encima de todas las cosas, de una forma casi enfermiza. Sin embargo, parece que él no lo tiene tan claro e intenta poner un poco de distancia entre ellos...

Hasta aquí puede parecer un argumento que ya se ha tratado muchas veces en el cine. Pero no os dejéis engañar por las apariencias: detrás se esconde mucho más. Es una de aquellas películas de las cuales no hay que hablar mucho, porque si te desvelan el toque original, pierde toda la gracia.
Así que sólo diré que durante 45 minutos, el filme parece una comedia dramática donde una chica suspira por un hombre casado que no se acaba de separar y que parece arrepentido de haber sido infiel a su mujer.
Tautou está absolutamente magnífica en un papel que borda gracias a la imagen que tenemos de la encantadora Amelie Poulain: visita tiendas de corazones rojos mientras sueña con él, compra flores para recordar cómo se conocieron y pinta cuadros donde se aman sin problemas. Pero de repente la cinta cobra vida propia y se rebobina, y durante los siguientes 45 minutos conoceremos la versión de la relación de Loïc.
Imágenes preciosas, un guión interesante y original que intenta dar otra vuelta de tuerca a un tema bastante sobado, unos excelentes diálogos que destacan por su ambigüedad y unas grandes interpretaciones que nos recuerdan lo peligrosos que pueden ser los líos amorosos. Aquella atracción fatal que años atrás nos enseñaron Michael Douglas y Glenn Close y que a más de uno le harán plantearse si merece la pena arriesgarlo todo... Sólo te tengo a ti nos recuerda de la forma más cruda posible que, si cada historia siempre tiene dos versiones, el amor también.

jueves, 24 de julio de 2008

Premiere de El caballero oscuro: el nuevo ¿Badman?

El nuevo superhéroe de Gotham no está de racha. Parece ser que en cualquier momento podría pasar a llamarse Badman y no sabemos si el título de la nueva entrega, el caballero oscuro, se lo han hecho a medida. Lo cierto es que el preestreno barcelonés de la nueva entrega de Batman estuvo a punto de celebrarse sin su protagonista. Christian Bale se encontraba el martes en prisión tras agredir -presuntamente- a su madre y a su hermana en un hotel de Londres. Finalmente el recordado niño de El imperio del Sol salió en libertad bajo fianza y pudo viajar hasta la ciudad condal para presentar la película.
El actor llegó a la alfombra roja del Cine Coliseum una hora más tarde de lo previsto, con cara de pocos amigos y acompañado por su mujer, Sibi Blazi. El coche en el que viajaron no tenía los cristales suficientemente tintados como para ocultar las pocas ganas que tenía el actor de estar ahí. Bale llegó resoplando y refunfuñaba cada vez que se disparaba un flash. Al bajar del vehículo tampoco tuvo ningún detalle con la multitud de seguidores que se agolpaban tras las vallas. Ni un saludo con la mano, ni mucho menos una sonrisa. Se dirigió obligado hacia algunos fans y les firmó autógrafos. Luego se marchó hacia la prensa intentando forzar una sonrisa.

Por fortuna para los seguidores del hombre murciélago, el resto del equipo parecía estar de mejor buen humor. El director y guionista Cristopher Nolan, se mostraba ilusionado por repetir como director (ya dirigió la precuela de este filme, Batman Begins). Mientras la guapísima Maggie Gyllenhaal (Secretary) encadilaba con un vestido tan azul como sus ojos y con una amplia sonrisa. El actor que interpreta al alcalde de Gotham, Aaron Eckhart (Sin reservas), también se mostró accesible y provocó más de un suspiro en alguna fémina. Todo lo contrario que Bale, cuyo aspecto físico era más parecido al que lucía en El maquinista que en la anterior entrega del Batman.













Sin duda, el gran ausente de la noche fue Heath Ledger (Brokeback Mountain), fallecido el pasado enero, y para quien todos sus compañeros de reparto han pedido que se le conceda el Oscar a título póstumo por su papel de Joker. Muchos de sus fans, levantaron entre las manos una carta del Joker como símbolo de recuerdo.
Por la alfombra roja barcelonesa también pasearon otras caras conocidas como la cineasta Isabel Coixet (Mi vida sin mí), el director de El Orfanato Juan José Bayona, la niña de El laberinto del Fauno, Ivana Baquero, el periodista Jordi González o el polifacético Albert Espinosa (Planta Cuarta).

El caballero oscuro se estrenará en nuestra carterlera el próximo 13 de agosto. Sólo por ver a Heath Ledger en el papel, no me la perderé.

lunes, 21 de julio de 2008

Yo no sirvo de niñera, por eso... ¡baby canta blues!


Mi pasión por el cine empezó desde que tengo uso de razón, y puede que incluso antes. Mis padres siempre me recuerdan que cuando ya aparecían los títulos finales de una de mis pelis favoritas, les miraba muy seria y les ordenaba "Ponédmela otra vez". Y qué remedio, la rebobinaban. Así que no es de extrañar que me aprendiera interminables diálogos que iba recitando por casa en pijama y zapatillas.

Y lo confieso: soy peliculera. Soñaba con ser un miembro más de Los Goonies y buscar a Willy El Tuerto, que un chico me dijera "como desees" porque no se atrevía a decirme claramente "te quiero" (La princesa prometida), visitar el país de los Goblins y bailar una canción de David Bowie con Jarrett (Dentro del laberinto). También quise ser canguro de niños - ¡menos mal que se me pasó!- para vivir lo que le sucede a Elisabet Shue en Aventuras en la gran ciudad, la peli que hoy nos ocupa.

Chris Parker (Elisabeth Shue) se prepara en casa para ir a cenar con su novio, pero éste en último momento cancela la cita para cuidar a su hermana. Aburrida, decide hacer de canguro a los hermanos Anderson: Sarah, una niña que sueña con conocer al héroe de Marvel Thor, y Brad, que sueña con que Chris se enamore de él. Cuando lleva sólo unos minutos en la casa, la canguro recibe una llamada de su mejor amiga Brenda, que le pide que vaya a buscarla a la estación de autobuses porque se ha escapado de casa. Finalmente decide llevarse a los niños (más un amigo de Brad que se apunta) con ella. Mientras van por la autopista, se les pincha una rueda. Y ése será sólo el principio de sus males, ya que durante esa noche serán asaltados, secuestrados, apuñalados, vivirán un tiroteo, escalarán un edificio y cantarán un blues... todo a contrarreloj para evitar que los padres de los jóvenes vuelvan a casa antes que ellos.

De la generación de los ochenta, somos muchos los que crecimos con esta entretenida película. El inicio con la canción And then he kissed me, de Crystal, es casi mítico. Del mismo modo que lo es la escena en que, escapando de unos mafiosos, se meten sin querer en un concierto. El cantante les advierte serio De aquí no se marcha nadie sin cantar un blues!". Y, evidentemente, lo hacen. Por cierto, ayer la vi por primera vez en dvd en versión original y fue chocante que cambiaran mi conocido "yo no sirvo de niñera, por eso...baby canta blues" por el "babysitting blues" (el blues de la niñera).


Mi fascinación por enamorarme de los actores de la gran pantalla se ve que también viene de pequeña. A pesar de mi edad, entendía perfectamente que Chris -que también me fascinaba- se sintiera hechizada por este chico de interminables ojos azules, que la salva de ser confundida con una conejita Playboy y que le presta dinero sin apenas conocerla. Cuando varios años después descubrí la mayor base de datos de cine, una de las primeras cosas que hice fue buscar cómo se llamaba aquel actor: George Newbern. ¡Gracias Imdb!

Ayer volví a ver esta película y me sentí exactamente igual que años atrás. ¿Puede ser que bajo los fotogramas queden almacenadas las sensaciones y se revivan una y otra vez cuando visionamos la película? Volví a querer ser Elisabet Shue bailando en su habitación mientras espera a su cita, volví a querer cantar ese blues - pero en versión castellana que es la que me sé-, volví a sentir una increíble pena por Brad cuando baja las persianas cabizbajo porque sabe que su amor es imposible y volví a enamorarme del universitario de ojos azules. A veces, es maravilloso comprobar que hay cosas que nunca cambian...


¿Y cuáles son vuestras películas de la infancia? ¿Os producen las mismas sensaciones al verlas ahora?

jueves, 17 de julio de 2008

Adiós, pequeña, adiós...

Cuando medio mundo estaba conmocionado por la reciente desaparición de Madeleine McCann, otra noticia salía a la luz: Gone, baby, gone, película dirigida por Ben Affleck, veía su estreno en el Reino Unido retrasado por el parecido que había entre su filme y el caso de la niña británica.
Después de haber visto la película, cuyo título ha sido traducido en España por Adiós, pequeña, adiós, debo decir que no he encontrado prácticamente similitudes salvo lo obvio: dos niñas de cuatro años que desaparecen, que la hipótesis más viable es que hayan sido secuestradas, y eso sí, un parecido físico sorprendente y el hecho de que la jovencísima actriz se llame en realidad Madeleine. A partir de aquí, poco más.

Probablemente con sólo visionar las primeras imágenes a más de uno ya le ronde por la cabeza la sensación de que le recuerda a Mystic River. Y no se equivocan. Ambas películas son adaptaciones de novelas del escritor Dennis Lehan y, por lo tanto, recrean una atmósfera similar: suburbios conflictivos, hombres con secretos, pedófilos y la certeza de que el ser humano es complejo: nadie es del todo bueno ni del todo malo.

En un barrio obrero de Boston desaparece de la noche a la mañana Amanda McCready, una preciosa niña de cuatro años. Nadie pide rescate y no hay ninguna pista. La policia baraja como principal hipótesis que la pequeña haya sido secuestrada por algún pederasta. La tía de Amanda contrata a dos jóvenes detectives con poca experiencia pero reconocidos por saber moverse en el barrio y tener contacto con narcotraficantes, camellos o ex presidiarios.

Esta joven pareja, Patrick Kenzey y Angie Gennaro (Casey Affleck y Michelle Monaghan), decide aunar fuerzas con el detective Remy Bressant (Ed Harris) y el capitán de la policía Jack Doyle (Morgan Freeman) para encontrar a la niña y descubrir qué oculta su descuidada madre, una mujer alcohólica y drogadicta que una noche cometió el error de dejarla sola en casa.

Es palpable que la recinte paternidad de Ben Affleck ayudó favorablemente al resultado final: el actor -que ya despuntó como guionista de la interesante El indomable Will Hunting- ha sabido reflejar sabiamente la incertidumbre y los sentimientos encontrados que afectan a todos los personajes sin caer en los tópicos de las películas de sobremesa de Antena3.

Los actores interpretan sus papeles a la perfección: la madre de la niña (Amy Ryan) ofrece probablemente la mejor actuación de todas, poco hay que decir de los veteranos Morgan Freeman y Ed Harris, Casey Affleck -hermano de Ben-, puede que sobreactúe a veces, pero borda la dualidad de su personaje y demuestra que no tiene el papel sólo por enchufe familiar. Eso sí, la guapa Michelle Monaghan está absolutamente desaprovechada, ya que exceptuando el final, su papel es el de mujer florero con apariciones casi fantasmagóricas en las que acompaña a su pareja sin apenas intervenir.

De esta forma, Adiós, pequeña, adiós se teje como un interesante drama con toques de thriller y con una alta carga de moralidad.
Es difícil hablar de la película sin contar las piezas claves del argumento. La trama va tomando giros inesperados que provocan varios falsos finales pero que, lejos de ser un handicap, le dota de mayor realismo. El espectador jugará a ser detective y creerá más de una vez que el caso está resuelto cuando de repente tome un nuevo giro y significado la investigación. En el más importante parece desvelarse qué ocurrió realmente con Amanda. Y es a partir de ahí mismo, cuando la película vive sus momentos más sorprendentes.

Kenzey sabe que en ese rompecabezas no encajan las piezas y sigue investigando por su cuenta, poniendo en peligro su vida, su relación de pareja e incluso su calidad humana.
Conforme van llegando los últimos minutos, es probable que el espectador haya reunido las pistas que le han dado y sepa cuál es el final. Aún así, eso no hará que la calidad del filme decaiga. En ese momento creemos saber qué haríamos nosotros en su lugar, pero hay tantos factores a tener en cuenta... La escena final tiene una fuerza brutal. ¿Ha hecho bien o ha hecho mal?
A veces lo peor no es intentar resolver un caso tan dramático como este, sino enfrentarte a un dilema moral superior a ti: ¿Qué es lo correcto? ¿Hasta dónde puedes decidir tú? ¿Merece la pena implicarte tanto como para que cambie tu vida?
Adiós, pequeña, adiós podría haber sido un thriller norteamericano más, sin pena ni gloria, si no fuera por el final y la cuestión que plantea. Sólo por eso merece la pena darle una oportunidad. Cuando hayan desaparecido los títulos de crédito, probablemente seguiremos dándole vueltas y pensando si la decisión más ética era la más acertada. Una película para reflexionar y pensar.


lunes, 14 de julio de 2008

Dime qué recuerdas y te diré quién eres....

"La vida no es lo que se ha vivido, sino de lo que uno se acuerda y cómo se acuerda”.
Gabriel García Márquez


Hoy estaba pensando en los recuerdos. Cómo recordamos un acontecimiento cuando acaba de pasar y cómo lo hacemos cuando ya es lejano. Los recuerdos los modificamos y los reinventamos cada vez que pensamos en ellos. A veces, incluso, llegamos a no poder distinguir lo que sucedió realmente de lo que creemos que sucedió.

Hace unos meses entrevisté para Anika Entre Libros (http://www.ciberanika.com/) - web en la que colaboro- a un psiquiatra francés muy prestigioso en su país, Patrick Estrade. Presentaba por aquel entonces su libro, Esos recuerdos que gobiernan nuestra vida. Fue una charla muy fructífera. Además, el periodista que le tenía que entrevistar después de mí no pudo asistir y yo pude quedarme hablando con él sobre curiosidades, preguntas que tenía sobre los recuerdos, la psicología, manías de la infancia... En fin, comouna consulta psicológica gratis, ¡vaya! Os dejo con una parte de la entrevista:


- Patrick, tu libro dice esos recuerdos que gobiernan nuestra vida, y no por ejemplo que influyen en nuestra vida. ¿Hasta qué punto dependemos de nuestros recuerdos?
Patrick Estrade: Para mí, en el momento en que hay sentimientos, recuerdos y emociones de la infancia que influyen hasta el punto en que nos impiden hacer determinadas cosas, más que una influencia, es un gobierno. Y estos son los casos de los que hablo en mi libro.


- En las primeras páginas explicas el caso de una mujer que afirmaba que después de someterse a tu terapia, el pasado le había cambiado. Evidentemente, esto no es así, pero imagino que lo que había cambiado era la percepción.
P.E: Sí, sí. ¡Es maravilloso!. ¡Formidable!. Es seguro que el pasado no cambia y no podemos hacer nada por cambiarlo, pero sí podemos cambiar la imagen que tenemos de nuestro pasado. Los recuerdos son cápsulas de energía y, cuando se trabajan, se puede conseguir liberar esa energía que contienen. Eso hace un cambio de perspectiva, un cambio de imagen. (Saca unas cartulinas donde hay dibujadas figuras. Empieza a moverlas. Las figuras parecen cambiar según la perspectiva desde la que se mire) ¿Ves?, con los recuerdos sucede lo mismo. La visión cambia y de repente los recuerdos suben desde abajo, como si se tratase de un ascensor… y finalmente conseguimos otra imagen de uno mismo. Esto es a lo que se refería esta mujer, le parecía que tenía un nuevo pasado y sólo había cambiado la imagen.

-De hecho, comentas que quizá no sea tan importante el recuerdo en sí, sino cómo lo revestimos cada vez que pensamos en él o cuando lo contamos a alguien.
P. E: Sí, así es, los recuerdos se reinventan cada vez que los contamos. Y creo que eso es muy interesante y, de hecho, lo más importante.

-Por ejemplo, en el caso de una primera cita amorosa. Cuando han pasado unos días, la recordamos de una manera. En cambio, si cuando esa relación se acaba, pensamos en esa primera cita, el recuerdo será totalmente diferente.
P.E: Sí, es muy interesante, eso ocurre porque son las emociones las que crean los recuerdos. Y las emociones vienen siempre del bebé que tenemos en nuestro interior.

-¿Por eso pide los tres recuerdos de la infancia a sus pacientes?
P.E: Sí, exactamente. Sólo con saber esos tres recuerdos, obtengo mucha información sobre la persona que tengo delante. No elegimos esos recuerdos al azar.

-Por ejemplo, en casos de pedofilia o incesto, hay personas que no pueden tener una vida normal hasta que verbalizan ese recuerdo. En el libro hay varios ejemplos reales.
P. E: El trabajo de reminiscencia es el que suprime el síntoma. Es el caso de estas personas, hasta que no han podido exteriorizar el recuerdo que les traumatizaba y han podido liberar esa cápsula de culpabilidad, no han podido empezar a vivir. Desde el momento en que lo aceptan y lo cuentan, ya tienen mucho ganado. A partir de ahí, se encuentran con un nuevo camino.

-Entonces, en casos de amnesia o Alzheimer… ¿qué nos queda cuando no tenemos recuerdos?P.E: Es muy difícil de responder. En el caso de Alzheimer lo que tiene la persona es algo totalmente confuso, porque el hecho de que ellos no se recuerden no quiere decir que no recuerden nada. Hay cosas de las que uno se acuerda porque son muy potentes y están dentro de uno mismo.

- Relacionado con esta pregunta, dices que con la edad, la memoria se va pero el recuerdo permanece. Resulta curioso cómo a veces las personas mayores no recuerdan nada de lo que hicieron el día anterior pero en cambio son capaces de contarte con todo detalle cosas de su juventud. ¿Tan selectiva es la memoria?
P. E: Hay una cosa muy bella en las personas mayores y es que en todos los ciclos de la vida hay una serie de recuerdos que cuando se acerca el final, se manifiestan… Y se vuelve a visitar todo el pasado, todas las emociones que te han marcado. Las personas de edad tienen las emociones a flor de piel, hay cosas que cuando yo tenía 40 años no me emocionaban absolutamente y ahora que tengo casi 60 me producen una emoción para mí desconocida. Para las personas mayores es como si la cadena de la vida fuese más importante que las pequeñas cosas cotidianas. Los grandes temas como el amor, el hambre o la guerra. O hechos pasados que te marcaron: cuando estuve internado en un colegio, cuando mi hermana murió, cuando mi padre tuvo un infarto… pero no sólo eso, sino también, por ejemplo, el recuerdo de una persona que nos ayudó mucho en un determinado momento o algo fabuloso que nos pasó. Yo, por ejemplo, recuerdo de una manera muy potente que cuando era pequeño se instaló al lado de mi casa una familia americana. Aún recuerdo que para mí, eso era algo fabuloso. ¡Una familia americana! Además me enamoré de una de las hijas, la pequeña americanita (suspira), con cabellos rojos y pecas. Esto que no lo escuche mi mujer… (Risas). Esos recuerdos a veces parecen insignificantes y en cambio, si perduran con el paso de los años es porque tuvieron un importante significado para nosotros. Para las personas mayores, esos recuerdos son mucho más potentes que acordarse de lo que cenaron el día anterior.

- Siempre me ha resultado curioso el hecho de ir conduciendo, por ejemplo, y de repente suena una canción en la radio, de manera casi involuntaria empiezas a cantarla, y ni siquiera te acordabas de ella.
P. E: Sí, este mecanismo es muy interesante. ¿Tienes tres horas para hablar de él? (Risas). El psicoanalista Jacques Lacan dice que “las personas no saben que saben”. Es el mismo mecanismo. El cerebro es una máquina brutal, un gran disco duro, todo está escrito automáticamente. Yo, por ejemplo, ahora te estoy mirando a ti, pero de manera casi inconsciente también estoy viendo a María (de la editorial Kairós), el patio, el agua… el cerebro lo registra todo. El cerebro te graba a ti, pero también la música que suena de fondo… Sí, es de una capacidad fenomenal. Es capaz de hacerte cantar una canción que crees que no sabes, pero realmente en algún momento se te grabó en el cerebro. Yo no soy muy Freudiano, sino más Adleriano, pero Freud dijo que él era capaz de repetir casi palabra por palabra una conferencia científica que había escuchado. En el manuscrito original escribí que yo no tenía tanta memoria, pero lo taché porque no quería tener ese complejo de inferioridad. (Risas).

- Tengo curiosidad por saber si conoces una película que se llama Eternal sunshine of the spotless mind, con Jim Carrey y Kate Winslet.
P. E: Mmmmm (piensa). No, no me suena.
Es una película que plantea la existencia de una máquina que borra los recuerdos. De este modo por ejemplo, la pareja protagonista va al consultorio para que borren todos los recuerdos de su vida común, porque sufren al recordarse.
P.E: Es muy interesante lo que me comentas (Apunta el título en su libreta). Te lo agradezco, porque las nuevas tecnologías permiten clasificar perfectamente el trabajo del cerebro. Se piensa que estos métodos nuevos podrán llegar a suprimir algunos recuerdos de las personas. Por ejemplo, MDR, es un método psicológico americano que se está poniendo a punto para el ejército norteamericano, el objetivo es que lo puedan utilizar sus soldados para que cuando vuelvan de una guerra, puedan borrar esos recuerdos dolorosos que les hayan quedado. Se está trabajando en ello. He leído en un artículo de la revista Nature que hay unas máquinas que permiten visualizar en el cerebro qué determinados recuerdos se está teniendo. Creo que estas nuevas máquinas revolucionarán toda la concepción del cerebro, su funcionamiento, los recuerdos… Pero lo que me gusta es que, a pesar de estas teorías y estas nuevas máquinas, ninguna contradice hasta ahora mis estudios ni lo que yo expongo en el libro sobre el funcionamiento del cerebro y los recuerdos. Por ahora me dan la razón.

- Eso es importante…
P.E: Sí, son muchos años de duro trabajo. Estas nuevas técnicas clasifican e identifican los recuerdos, pero no modifican mi teoría acerca de que los recuerdos están ligados a las emociones. El motor de los recuerdos son las emociones y el momento en que se encuentran.

-Entonces ¿podríamos decir en cierto modo que los recuerdos conviven en la mente y en el corazón?
P.E: Sí, sí es una bella expresión. (Sonríe).

- En tu libro también hablas de la importancia de los mercados de souvenirs -recuerdo, en francés- como una paradita bajo la Torre Eiffel.
P.E: Sí, es increíble el dinero que se llevan … Nosotros los compramos porque intentamos materializar el recuerdo a través de un objeto. Es como si te permitieran coger un trozo de tiempo y pudieras llevártelo. Es un tema completamente emocional. Por ejemplo yo cojo esta botella maravillosa (la de agua que tenemos encima de la mesa). No porque no sea una botella bonita, sino porque es el recuerdo que me llevo de esta entrevista, de una agradable charla, tranquila, con muy buen ambiente, aunque quizá cuando llegue a Niza, sólo sea una botella. Excepto en el caso de que tú y yo tuviéramos una preciosa historia de amor, entonces sí que me la guardaría (Risas). Estos souvenirs son los objetos que hacen de mediador de las emociones. A veces podemos ir llenando la casa de objetos, mientras los recuerdos se van borrando. Y como en todo, hay gente que hace dinero con ello.

-Una última pregunta: ¿habías estado antes en Barcelona?
P. E: Ufff, sí, hace 45 años, hace mucho tiempo ya (Risas)
¿Y qué recuerdo tienes de ella?
P. E: (Risas) ¡Qué gran pregunta! Pues tenía 15 años y vine con unos amigos de camping. Íbamos con mochilas y casi sin dinero. Recuerdo que hacía mucho calor, era verano, que había muchas moscas, la gente era muy amable y muy marchosa por la noche, y sobre todo recuerdo que probé por primera vez la sangría. Yo pensaba que era como limonada, y me emborraché… puff!! (Risas). También recuerdo que había unos mecheros que me resultaron muy graciosos. Y si nos pusiéramos a analizar estos recuerdos, seguro que dirían mucho de mí mismo. ¿Por qué recuerdo estas cosas y no otras? Todo tiene una explicación, lo del mechero debe ser relacionado con algo más ancestral, con el fuego quizás, y porque mi personalidad también es de fuego. (Risas)

miércoles, 9 de julio de 2008

Cuando Javi encontró a Patri



Te quiero cuando tienes frío estando a 21º.
Te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo.
Adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviese loco.
Te quiero cuando después de pasar el día contigo mi ropa huele a tu perfume,
y quiero que seas la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches.
He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

-When Harry met Sally, Rob Reiner, 1989-



¡Feliz 28 cumpleaños, cosipop!

lunes, 7 de julio de 2008

Si no me gustas en ocho minutos..¡olvídate de mí! y otras pijadas neoyorkinas




"Los más optimistas aseguran que enamorarse es fácil, porque sólo tienes que encontrar a una persona en un mundo donde hay millones de ellas. Los pesimistas, por el contrario, creen que no hay nada más difícil que buscar a una persona escondida entre millones".
- Citas en Manhattan, Emma Reverter-


¿A qué bando pertenecéis? ¿Conocer a alguien que merezca realmente la pena es lo más fácil del mundo, o, por el contrario es casi misión imposible?

Emma Reverter es periodista y jurista, nació en Barcelona pero vive en Nueva York y acaba de publicar su primera novela de ficción: Citas en Manhattan.
Que no os engañe el título, su libro no tiene nada que ver con esa serie de novelas que se empezaron a publicar a destajo a raíz del éxito de El diaro de Bridget Jones (Helen Fielding), y que narraba las peripecias de cuatro pánfilas que buscaban con desespero citas, sino que se aproxima más a un trabajo periodístico de investigación.

Victoria Sachs - alter ego de la autora- tiene que abandonar sus columnas diarias sobre los presos de Guantánamo porque su jefe quiere algo más ameno y fresco para el suplemento del verano. Nada de tragedias en plenas vacaciones, ¡arriba el gazpacho y el marujeo acerca de la celulitis de las famosas en bikini!. Así que la joven periodista tiene que encontrar un hilo conductor para todas sus columnas estivales. Lo encuentra en la nueva modalidad que se ha implantado en EUA: los asesores de citas que, con una buena cantidad de dinero en sus bolsillos, harán que encontremos al amor de nuestra vida o que tengamos miles de citas a ciegas insoportables, ¡y encima pagando!


En Nueva York, son muchos los que contratan a un dating coach, algo así como un asesor de citas. En EUA este negocio genera millones de dólares de beneficio. El país tiene 104 millones de solteros y el 75% quiere encontrar pareja. Así que, aunque aquí probablemente pensemos que los clientes serían aquellos que no se comen un rosco, en la ciudad de los rascacielos los hombres y las mujeres más respetables acuden a estos expertos en relaciones para que les asesoren y no perder el tiempo con citas desastrosas. Eso sí, antes de firmar el contrato con la empresa, tienes que llevarles un papel del banco que demuestre tu liquidez. Evidentemente, no vas a encontrar al amor de tu vida gratis.

Dentro de este interesante y sorprendente libro, me ha llamado la atención una modalidad que cada vez adquiere más fuerza: las citas de ocho minutos. Estos encuentros organizados permiten que todos los asistentes se conozcan entre sí pero sólo durante ocho minutos con cada uno de ellos. Cuando acaba la sesión cada uno escribe en un papel el nombre de aquel que le ha gustado y el moderador les pondrá en contacto. Si no has sido correspondido, puedes asistir al próximo encuentro sin tener que volver a pagar.
Estas citas express -vistas en numerosas series y películas norteamericanas- me parecen absolutamente inútiles e ilógicas. Se basan en la teoría del economista Malcolm Blackwell para quien las primeras impresiones son determinantes. Y que llega a asegurar que si una persona no te ha gustado en ocho minutos, ya no te gustará nunca. ¡Menuda gilipollez!

Emma Reverter aprovecha la ocasión para compartir con el lector algunas de las empresas más frikis que se han implantado gracias a este negocio -la mayoría sobrepasan lo ridículo-. Es el caso de http://www.lovecalculator.com/ una calculadora que muestra el éxito que tendrá una pareja según sus nombres de pila o, peor aún, la empresa que ha creado un alemán llamado Bern Dressler, cuyo oficio es llamar por teléfono a gente a la que no conoce para romper con ellas. Ahora ya contratamos a un desconocido para acabar con una relación amorosa. ¿Eso demuestra que somos muy cobardes o más bien muy vagos? Eso sí, no suframos por aquella taza que trajimos de Amsterdam o el cenicero de Menorca, porque el señor se persona sin ningún problema en cualquer casa ajena para recoger todos tus bártulos y recuerdos de esa relación - que te importaba bien poco si has sido capaz de contratar a este hombre-, sin tener que ver la cara de la persona a la que acabas de destrozar. Perdón, más bien a la que acaba de destrozar el señor Dressler.

Un libro ameno, original y didáctico que nos demuestra una vez más hasta donde somos capaces de llegar por conseguir pareja. Y es que yo soy de las que cree que encontrar a alguien que realmente merezca la pena es difícil. Como dice la autora: "hay muy pocas personas lo suficientemente interesantes como para merecer dos columnas enteras; la mayoría sólo merecen un breve". Si lo habéis encontrado - y mejor sin ayuda de un asesor que se haya quedado con vuestros ahorros- FELICIDADES: ¡SOIS AFORTUNAD@S!

miércoles, 2 de julio de 2008

Y la eternidad duró lo que dura un fin de semana



Acabo de leer en El Periódico que esta tarde TV3 emite una de mis películas favoritas: Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995). Algún día hablaré largo y tendido sobre esta GRANDÍSIMA HISTORIA DE AMOR. Creo que pocas veces un semáforo y la manivela de la puerta de un coche han simbolizado, y han hecho llorar, tanto...

De momento, aprovecho la ocasión para presentaros a un gran cantante que he descubierto hace poco y de forma casual: Pablo Moro. Su canción Lo que dura un fin de semana, me evocó irremediablemente las escenas más bonitas de esta película.


Te ví en el corazón de aquel disco que giraba
empañando los cristales con acordes de Tom Waits.
En el humo de la noche tu cuerpo se desnudaba
y rodaban por el suelo las fronteras de tu piel.

Planeaste un viaje “al moro” mirando por la ventana
cómo las gotas de lluvia desgarraban la ciudad,
y volviste sonriendo a meterte en la cama
y la luna de madrugada se durmió en tu paladar.
Entre versos de Allen Ginsberg ensuciando nuestra almohada
renunciamos a ser tristes prometiéndonos mañana.
Y la eternidad duró lo que dura un fin de semana.

Llenamos nuestras bocas con millones de deseos
y drogamos nuestros cuerpos con poemas de William Blake.
Aquel era el principio del camino del exceso
y aprendimos la respuesta al enigma del querer.
“Lléname de tus historias, que se detengan las horas.
Regálame la llave de tu imaginación.
Ojalá la vida fueran sólo estas pequeñas cosas.
Ojalá el mundo existiera sólo en esta habitación”.

“El viaje más infinito que te puedo prometer
llega sólo hasta el domingo más triste de cada mes”.
Algo se rompió en silencio. Empezaba a amanecer.
Te vestías muy tranquila y yo cogí la guitarra.
“Quizá sea ésta la última canción que cantaré”.

De tu viaje al fin del mundo yo no quise saber nada.
De mis noches sin futuro te negaste a conocer.
Y en el autobús de vuelta mirabas por la ventana
memorizando el paisaje que no volverías a ver.
En la puerta de tu casa no hizo falta decir nada.
“No me mientas, no me digas nunca te olvidaré”.

Y entre calles solitarias recuerdo aquel par de días
maldiciendo cada lunes con toda su realidad.
Qué puta es la vida a veces,y otras qué de verdad.

¡Al agua....libros!


El otro día paseaba por el FNAC Triangle cuando en la sección de bolsillo algo me llamó la atención. Era un tomo de Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos de Rodrigo Muñoz Avia, en su portada había algo diferente al ejemplar que yo tengo en casa. Me acerco curiosa guiñando el ojo derecho, que es lo que hago para contrarrestar el ojo vago que tengo y poder leer bien cuando se me han olvidado las gafas en casa. Y ahí está: además de incorporar una especie de ola azulada, en la esquina superior izquierda una etiqueta sentencia: Libros acuáticos.
Pues sí, se trata de una innovadora propuesta de Punto de Lectura: una serie de libros impresos en un papel especial que los hace absolutamente resistentes al agua. Osease, ideales para llevar a la playa, a la piscina, a pescar o para leer en la bañera.
Siempre he envidiado a esa gente que se toma un relajante baño de espuma mientras leen unos versos de Oscar Wilde, por ejemplo. Nunca me he atrevido a hacerlo porque me caracterizo por ser un tanto patosa y temía por la salud de mis libros... ¡Ahora todos seremos capaces! Además, también podremos leer tranquilamente sin tener que maldecir, cual vieja cascarrabias, al niño de turno que chapotea en la piscina como un poseso o al que en la playa te lo llena de tierra - porque, agarrénse señores, el libro no es sólo resistente a unas gotitas de agua, ¡es que incluso se puede lavar!-
De momento, estos son los libros acuáticos que podemos encontrar por un precio de 11,35 euros -un poco más caro que su versión tradicional- :
  • Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, de Rodrigo Muñoz Avia
  • Frases célebres de niños, de Pablo Motos
  • Sabor a chocolate, de José Carlos Carmona
  • Nuestra incierta vida normal, de Luis Rojas Marcos
  • Malinche, de Laura Esquivel
  • El desorden de tu nombre, de Juan José Millás
  • ¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?, de Luis Piedrahíta.
¿Qué os parece? Yo creo que cualquier iniciativa que fomente y mejore los hábitos de lectura es bienvenida. Y cuanto menos, la propuesta es innovadora y original.
Para los escépticos, os dejo el link de la amiga Anika que, cual Flippy de El Hormiguero, ha realizado un experimento empírico para mostrar su autenticidad.
Ahora, además de gritar "¡Al agua, patos!", añadiremos "¡Al agua, libros!".

martes, 1 de julio de 2008

Un juego poco creíble


Que una película esté interpretada por buenos actores no garantiza que el resultado final sea óptimo. Este es el caso de El juego del amor (Robert Benton, 2007), un drama coral sobre los tejemanejes que provoca ese gran (des)conocido sentimiento.

El profesor Harry Stevenson (Morgan Freeman) ha pedido una excedencia en su trabajo. Ahora su pasatiempo favorito es contemplar cómo el amor azota a los que le rodean: el camarero Bradley (Greg Kinnear) se niega a dejar de creer en el amor a pesar de que su mujer le haya abandonado por una jugadora de baseball; Diana (Radha Mitchell) no puede dejar de ver a un hombre casado que se enfurece cuando ella se plantea hacer lo mismo; Chloe (Alexa Davalos) llega nueva a la ciudad y se enamora de Oscar (Toby Hemingway), un chico problemático, y el propio Harry debe reconquistar a su mujer ya que, aunque se aman, su relación se ha debilitado por la muerte de su único hijo.

Con este argumento sólo existían dos opciones viables: hacer una buena película plagada de sentimientos encontrados o una exagerada y poco creíble. Desgraciadamente, el resultado es el segundo.

El juego del amor resulta ser un juego tramposo, donde la gestación del amor sucede demasiado rápido, las frases más románticas -"¿te he dado las gracias por aparecer en mi vida?"- ocurren en contextos poco propicios, los actores realizan una magnífica interpretación, pero a sus personajes les falta consistencia y sus historias no nos acaban de llegar. Además de aparecer tópicos como el padre maltratador o hijos drogadictos que no aportan nada a la trama, el hecho de que algunas historias queden inconcluidas -como la del lesbianismo- u otras resueltas con prisas. Ése es uno de los handicaps que tienen las películas corales, a veces nos perdemos entre tantas historias, unas se trabajan y otras parecen olvidadas, provocando que al final sean irregulares y no lleguen al público.

La película mejora cuando va llegando al final, gracias / por culpa de un terrible suceso que marca la vida de la mayoría de personajes. Ahí el espectador ya no duda de sus sentimientos y cree sus palabras de dolor e incertidumbre, especialmente las protagonizadas por la interesante Chloe. Aún así, esos últimos momentos no logran salvar los 102 minutos que tiene de duración el filme.

Probablemente hablando de algo tan simple y tan complejo a la vez como las relaciones amorosas, se podría haber hecho mucho más. Y sin embargo, el director opta por no ofrecer nada nuevo. Este juego del amor ya ha sido tratado de forma más acertada en otras películas, como Manuale d'Amore (Giovanni Veronesi, 2005). En la italiana se hablaba del amor con más gracia y sabiduría, había momentos un tanto fantasiosos, pero otros muy reales. Éramos testigos de parejas que se enamoraban mientras otras dejaban de hacerlo, una se planteaba cómo sobrevivir tras una infidelidad y un hombre encontraba la calma tras la tempestad. Multitud de sentimientos y sensaciones que reflejaban con más sinceridad en qué consiste esta locura que es el amor. Morgan Freeman empieza el filme sentenciando: "Como los dioses se aburrían, inventaron a los humanos. Como seguían aburriéndose, inventaron el amor. Nunca más se volvieron a aburrir". Sin embargo, esta película no lo ha sabido reflejar y se ha quedado en el intento.