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lunes, 28 de julio de 2008

El amor siempre tiene dos caras

Angelique (Audrey Tautou) es una estudiante de historia del arte con mucho talento. Está locamente enamorada de Loïc (Samuel Le Bihan), un cardiólogo casado a punto de ser padre. Ella está convencida de que él acabará dejando a su mujer porque se aman por encima de todas las cosas, de una forma casi enfermiza. Sin embargo, parece que él no lo tiene tan claro e intenta poner un poco de distancia entre ellos...

Hasta aquí puede parecer un argumento que ya se ha tratado muchas veces en el cine. Pero no os dejéis engañar por las apariencias: detrás se esconde mucho más. Es una de aquellas películas de las cuales no hay que hablar mucho, porque si te desvelan el toque original, pierde toda la gracia.
Así que sólo diré que durante 45 minutos, el filme parece una comedia dramática donde una chica suspira por un hombre casado que no se acaba de separar y que parece arrepentido de haber sido infiel a su mujer.
Tautou está absolutamente magnífica en un papel que borda gracias a la imagen que tenemos de la encantadora Amelie Poulain: visita tiendas de corazones rojos mientras sueña con él, compra flores para recordar cómo se conocieron y pinta cuadros donde se aman sin problemas. Pero de repente la cinta cobra vida propia y se rebobina, y durante los siguientes 45 minutos conoceremos la versión de la relación de Loïc.
Imágenes preciosas, un guión interesante y original que intenta dar otra vuelta de tuerca a un tema bastante sobado, unos excelentes diálogos que destacan por su ambigüedad y unas grandes interpretaciones que nos recuerdan lo peligrosos que pueden ser los líos amorosos. Aquella atracción fatal que años atrás nos enseñaron Michael Douglas y Glenn Close y que a más de uno le harán plantearse si merece la pena arriesgarlo todo... Sólo te tengo a ti nos recuerda de la forma más cruda posible que, si cada historia siempre tiene dos versiones, el amor también.

miércoles, 25 de junio de 2008

El sabor más amargo del caramelo


Casi siempre el caramelo suele asociarse con la dulzura, pero en un centro de belleza de Beirut también lo utilizan como sustituto de la cera para depilar. Caramel (Nadine Labaki, 2007) nos muestra las dos caras de esta moneda.
Cinco mujeres libanesas se reúnen diariamente en el centro de belleza Si Belle para embellecer sus caras pero también sus almas, al igual que ya nos mostraba la película francesa Venus, salón de belleza (Toni Marshall, 1999).
Layale -la guapísima directora de la película, Nadine Labaki- está saliendo con un hombre casado que le promete mucho pero nunca acaba de dejar a su mujer. Nisrine va a casarse muy enamorada, pero teme la noche de bodas porque no es virgen. Rima está aceptando su homosexualidad y se enamora de una clienta de larga cabellera negra. Rose vive sólo por y para su hermana enferma, hasta que encuentra el amor y no sabe compaginarlo. Jamale ha sido abandonada por su marido y ahora sólo quiere demostrar a todos -y especialmente a si misma- que aún es joven y atractiva. Ella protagoniza los momentos más patéticos y tristes de la película.

Caramel relata las vidas agridulces de estas cinco mujeres en Beirut, que además de sus problemas personales, deben enfrentarse a la moralidad de su país. Claves son las escenas en las que la polícia para al futuro matrimonio que charla en el coche por "atentar contra la moralidad" o los problemas de Layale para conseguir habitación en un hotel con su amante. El centro de belleza es el caparazón de todas ellas, el único lugar en el que se sienten agusto y en el que pueden hablar de lo que quieran sin ser juzgadas. Allí pueden imaginar que son un poco más felices y libres.

Nadine Labaki ofrece una película intimista y agridulce, con toques de comedia pero sobre todo de drama. Sin duda, su punto fuerte son los personajes femeninos que buscan su lugar en un mundo que parece quedarles grande y el instinto de tirar hacia adelante. Como le dice la madre de Nisrine a su hija antes de la boda: "La vida es como una sandía, tienes que abrirla para ver si es buena".