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martes, 9 de diciembre de 2008

Dar huevos a los vecinos puede ser muy peligroso


El televisor nos muestra la imagen de una típica familia norteamericana acomodada: Anne, mujer de esbelto cuerpo y melena rubia, enamoradísima de su marido George y encantadora mamá de Georgie, un buen hijo. Los tres se dirigen a la casa de veraneo junto al lago, escuchando canciones de música clásica e intentando adivinar el título de estas.
Justo antes de llegar al hogar, dulce, hogar, se encuentran con sus vecinos de toda la vida acompañados por dos jóvenes rubios vestidos de un blanco impoluto. Quedan para jugar a golf al día siguiente.

Mientras padre e hijo se van al embarcadero, la madre hurga en la nevera pensando qué gran manjar cocinará para su amada familia.
Alguien pica a la puerta: es uno de los jóvenes de blanco que le pide unos huevos. Anne, como buena vecina, acepta, pero cuando su invitado le tira sin querer el móvil al fregadero empieza a incomodarse. Además, ¿cómo ha conseguido entrar si la verja estaba cerrada?

Poco después llega a la casa el segundo de los amigos, y luego la familia de Anne. Una vez se encuentran los cinco en el recibidor, empieza la pesadilla: Los macabros jòvenes quieren jugar y la mala noticia es que ya han escogido a sus víctimas. El juego es simple: estos chicos sin escrúpulos apuestan a que ninguno de los tres vivirá al día siguiente. Ellos deberán intentar conseguirlo.

Michael Haneke realiza, diez años después, un remake plano a plano de su propia película (del mismo título) con la única diferencia de que esta vez los actores son norteamericanos en lugar de alemanes. Decisión bastante cuestionable, ya que no aporta nada nuevo, salvo caras más conocidas en la gran pantalla.

Funny Games es una apuesta arriesgada e interesante pero, a grandes rasgos, me ha resultado fallida. No sé si porque no me ha gustado la película o porque las sensaciones que me ha provocado no las quiero volver a experimentar, pero es un filme que no me apetece volver a ver.
Las víctimas no me convencen: el niño me cae mal, al padre (Tim Roth) le faltan agallas para defender a su familia, por mucha pierna rota que tenga. De hecho, la muerte que más lamenté en todo el metraje es la del perro, y eso creo que ya dice mucho.
Me parece que, en conjunto, desaprovechan continuas oportunidades que se les brinda para escapar. ¿Por qué narices no se les ocurre antes coger el móvil de George? ¿Es necesario malgastar la llamada de urgencias tal y como lo hace? ¿Por qué Anne se empeña en dejarse cazar por los asesinos cuando consigue salir de la casa?



Aún así, el personaje de Naomi Watts es lo mejor del filme, aunque no logro entender algunas de sus reacciones. ¿Una madre permanecería prácticamente impasible viendo a su pequeñín rodeado de sangre? ¿No tiene ganas de gritar o de llorar, sino sólo de apagar el televisor?

Las complejas personalidades de los dos psicópatas están mejor dibujadas. Son crueles y sanguinarios, despiadados y dementes, pero nunca pierden sus buenos modales y su exquisita educación. Precisamente eso lo que da más miedo de ellos, no tienen ningún motivo para actuar como lo hacen, simplemente lo hacen por puro placer.

El ritmo de la película es bastante lento y eso es culpa del abuso de planos secuencias de excesiva duración. En cambio, hay que agradecerle a Haneke el hecho de que la mayoría de escenas violentas se produzcan fuera de campo y que, por lo tanto, el espectador sólo las intuya a través de sonido. La película emana demasiada violencia como para tener que soportar escenas explícitas. Además esta acertada decisión provoca que el espectador permanezca en vilo y que incremente su angustia.
El final, eso sí, me ha parecido absolutamente previsible.

Mucho se ha comparado esta película con La Naranja mecánica, sin embargo no estoy de acuerdo. Exceptuando la violencia gratuita que ejercen los protagonistas, no le veo más similitud. La obra de Kubrick aportaba muchas más reflexiones y tenía más contenido.

Funny Games resulta un tanto aburrida, consigue crear tensión y rabia, pero poco más. Sí es cierto que una vez ha terminado, se te eriza la piel al reconocer que esta historia de ficción no se diferencia tanto de otras reales que salen diariamente en los periódicos. Horroriza pensar que hay gente que mata por puro placer y que, mientras personas inocentes mueren torturadas, hay asesinos que quedan impunes.

Es una película muy dura, que aunque no te guste, marca de algún modo. De hecho, seguro que la próxima vez que un vecino venga a pedirme huevos, me lo pensaré mucho antes de abrirle la puerta.

Trailer de la película.

lunes, 28 de julio de 2008

El amor siempre tiene dos caras

Angelique (Audrey Tautou) es una estudiante de historia del arte con mucho talento. Está locamente enamorada de Loïc (Samuel Le Bihan), un cardiólogo casado a punto de ser padre. Ella está convencida de que él acabará dejando a su mujer porque se aman por encima de todas las cosas, de una forma casi enfermiza. Sin embargo, parece que él no lo tiene tan claro e intenta poner un poco de distancia entre ellos...

Hasta aquí puede parecer un argumento que ya se ha tratado muchas veces en el cine. Pero no os dejéis engañar por las apariencias: detrás se esconde mucho más. Es una de aquellas películas de las cuales no hay que hablar mucho, porque si te desvelan el toque original, pierde toda la gracia.
Así que sólo diré que durante 45 minutos, el filme parece una comedia dramática donde una chica suspira por un hombre casado que no se acaba de separar y que parece arrepentido de haber sido infiel a su mujer.
Tautou está absolutamente magnífica en un papel que borda gracias a la imagen que tenemos de la encantadora Amelie Poulain: visita tiendas de corazones rojos mientras sueña con él, compra flores para recordar cómo se conocieron y pinta cuadros donde se aman sin problemas. Pero de repente la cinta cobra vida propia y se rebobina, y durante los siguientes 45 minutos conoceremos la versión de la relación de Loïc.
Imágenes preciosas, un guión interesante y original que intenta dar otra vuelta de tuerca a un tema bastante sobado, unos excelentes diálogos que destacan por su ambigüedad y unas grandes interpretaciones que nos recuerdan lo peligrosos que pueden ser los líos amorosos. Aquella atracción fatal que años atrás nos enseñaron Michael Douglas y Glenn Close y que a más de uno le harán plantearse si merece la pena arriesgarlo todo... Sólo te tengo a ti nos recuerda de la forma más cruda posible que, si cada historia siempre tiene dos versiones, el amor también.

jueves, 17 de julio de 2008

Adiós, pequeña, adiós...

Cuando medio mundo estaba conmocionado por la reciente desaparición de Madeleine McCann, otra noticia salía a la luz: Gone, baby, gone, película dirigida por Ben Affleck, veía su estreno en el Reino Unido retrasado por el parecido que había entre su filme y el caso de la niña británica.
Después de haber visto la película, cuyo título ha sido traducido en España por Adiós, pequeña, adiós, debo decir que no he encontrado prácticamente similitudes salvo lo obvio: dos niñas de cuatro años que desaparecen, que la hipótesis más viable es que hayan sido secuestradas, y eso sí, un parecido físico sorprendente y el hecho de que la jovencísima actriz se llame en realidad Madeleine. A partir de aquí, poco más.

Probablemente con sólo visionar las primeras imágenes a más de uno ya le ronde por la cabeza la sensación de que le recuerda a Mystic River. Y no se equivocan. Ambas películas son adaptaciones de novelas del escritor Dennis Lehan y, por lo tanto, recrean una atmósfera similar: suburbios conflictivos, hombres con secretos, pedófilos y la certeza de que el ser humano es complejo: nadie es del todo bueno ni del todo malo.

En un barrio obrero de Boston desaparece de la noche a la mañana Amanda McCready, una preciosa niña de cuatro años. Nadie pide rescate y no hay ninguna pista. La policia baraja como principal hipótesis que la pequeña haya sido secuestrada por algún pederasta. La tía de Amanda contrata a dos jóvenes detectives con poca experiencia pero reconocidos por saber moverse en el barrio y tener contacto con narcotraficantes, camellos o ex presidiarios.

Esta joven pareja, Patrick Kenzey y Angie Gennaro (Casey Affleck y Michelle Monaghan), decide aunar fuerzas con el detective Remy Bressant (Ed Harris) y el capitán de la policía Jack Doyle (Morgan Freeman) para encontrar a la niña y descubrir qué oculta su descuidada madre, una mujer alcohólica y drogadicta que una noche cometió el error de dejarla sola en casa.

Es palpable que la recinte paternidad de Ben Affleck ayudó favorablemente al resultado final: el actor -que ya despuntó como guionista de la interesante El indomable Will Hunting- ha sabido reflejar sabiamente la incertidumbre y los sentimientos encontrados que afectan a todos los personajes sin caer en los tópicos de las películas de sobremesa de Antena3.

Los actores interpretan sus papeles a la perfección: la madre de la niña (Amy Ryan) ofrece probablemente la mejor actuación de todas, poco hay que decir de los veteranos Morgan Freeman y Ed Harris, Casey Affleck -hermano de Ben-, puede que sobreactúe a veces, pero borda la dualidad de su personaje y demuestra que no tiene el papel sólo por enchufe familiar. Eso sí, la guapa Michelle Monaghan está absolutamente desaprovechada, ya que exceptuando el final, su papel es el de mujer florero con apariciones casi fantasmagóricas en las que acompaña a su pareja sin apenas intervenir.

De esta forma, Adiós, pequeña, adiós se teje como un interesante drama con toques de thriller y con una alta carga de moralidad.
Es difícil hablar de la película sin contar las piezas claves del argumento. La trama va tomando giros inesperados que provocan varios falsos finales pero que, lejos de ser un handicap, le dota de mayor realismo. El espectador jugará a ser detective y creerá más de una vez que el caso está resuelto cuando de repente tome un nuevo giro y significado la investigación. En el más importante parece desvelarse qué ocurrió realmente con Amanda. Y es a partir de ahí mismo, cuando la película vive sus momentos más sorprendentes.

Kenzey sabe que en ese rompecabezas no encajan las piezas y sigue investigando por su cuenta, poniendo en peligro su vida, su relación de pareja e incluso su calidad humana.
Conforme van llegando los últimos minutos, es probable que el espectador haya reunido las pistas que le han dado y sepa cuál es el final. Aún así, eso no hará que la calidad del filme decaiga. En ese momento creemos saber qué haríamos nosotros en su lugar, pero hay tantos factores a tener en cuenta... La escena final tiene una fuerza brutal. ¿Ha hecho bien o ha hecho mal?
A veces lo peor no es intentar resolver un caso tan dramático como este, sino enfrentarte a un dilema moral superior a ti: ¿Qué es lo correcto? ¿Hasta dónde puedes decidir tú? ¿Merece la pena implicarte tanto como para que cambie tu vida?
Adiós, pequeña, adiós podría haber sido un thriller norteamericano más, sin pena ni gloria, si no fuera por el final y la cuestión que plantea. Sólo por eso merece la pena darle una oportunidad. Cuando hayan desaparecido los títulos de crédito, probablemente seguiremos dándole vueltas y pensando si la decisión más ética era la más acertada. Una película para reflexionar y pensar.