miércoles, 25 de junio de 2008

El sabor más amargo del caramelo


Casi siempre el caramelo suele asociarse con la dulzura, pero en un centro de belleza de Beirut también lo utilizan como sustituto de la cera para depilar. Caramel (Nadine Labaki, 2007) nos muestra las dos caras de esta moneda.
Cinco mujeres libanesas se reúnen diariamente en el centro de belleza Si Belle para embellecer sus caras pero también sus almas, al igual que ya nos mostraba la película francesa Venus, salón de belleza (Toni Marshall, 1999).
Layale -la guapísima directora de la película, Nadine Labaki- está saliendo con un hombre casado que le promete mucho pero nunca acaba de dejar a su mujer. Nisrine va a casarse muy enamorada, pero teme la noche de bodas porque no es virgen. Rima está aceptando su homosexualidad y se enamora de una clienta de larga cabellera negra. Rose vive sólo por y para su hermana enferma, hasta que encuentra el amor y no sabe compaginarlo. Jamale ha sido abandonada por su marido y ahora sólo quiere demostrar a todos -y especialmente a si misma- que aún es joven y atractiva. Ella protagoniza los momentos más patéticos y tristes de la película.

Caramel relata las vidas agridulces de estas cinco mujeres en Beirut, que además de sus problemas personales, deben enfrentarse a la moralidad de su país. Claves son las escenas en las que la polícia para al futuro matrimonio que charla en el coche por "atentar contra la moralidad" o los problemas de Layale para conseguir habitación en un hotel con su amante. El centro de belleza es el caparazón de todas ellas, el único lugar en el que se sienten agusto y en el que pueden hablar de lo que quieran sin ser juzgadas. Allí pueden imaginar que son un poco más felices y libres.

Nadine Labaki ofrece una película intimista y agridulce, con toques de comedia pero sobre todo de drama. Sin duda, su punto fuerte son los personajes femeninos que buscan su lugar en un mundo que parece quedarles grande y el instinto de tirar hacia adelante. Como le dice la madre de Nisrine a su hija antes de la boda: "La vida es como una sandía, tienes que abrirla para ver si es buena".

La chica que siempre tuvo y nunca miró...

Lo confieso: muy de vez en cuando me permito pequeñas frivolidades como ver una película de la que no espero mucho, tan sólo reír un rato, soñar con bonitas historias y, sobre todo, disfrutar de algún actor guapetón. Ayer, vi con mi hermano La boda de mi novia (Paul Weiland, 2008). Y casi podría asegurar que sólo cumple la última de las premisas.

Creo firmemente que la actual comedia romántica norteamericana está en crisis. Es cierto que uno ya sabe lo que va a ver y no puede exigir una serie de cosas que ya sabemos que no tiene, pero últimamente a estos guionistas se les han ido las ideas- esta se parece bastante a La boda de mi mejor amigo (P.J Hogan, 1997) y aquella al menos, fue un poco más realista- y que sólo sepan repetir una y otra vez temas, situaciones y gags ya tratados y con muy poco contenido.

Tom (Patrick Dempsey, el guapetón Mr. McDreamy de Anatomía de Grey) es un hombre sexy, de éxito y terriblemente mujeriego. Basa su vida en una serie de estúpidas normas que consisten principalmente en no acostarse con la misma mujer en al menos una semana y practicar sexo esporádico con quien sea. La única que es constante en su vida es Hannah (Michelle Monaghan), una amiga de la universidad con quien comparte todo menos la cama. Cuando ella se marcha de viaje a Escocia por motivos laborales, él se da cuenta de que está enamorado de ella y que es a la única a la que realmente necesita - y que sabe adivinar qué pastel va a pedir en un restaurante-. El problema viene cuando ella vuelve a Nueva York... comprometida con un escocés alto, rico, guapo y bien dotado. Hannah le pide a Tom que sea su dama de honor -título original del filme- y él acepta con la intención de sabotear la boda y quedarse con la chica que siempre tuvo y nunca miró.

Con este argumento no es de extrañar que abunden los tópicos, las exageraciones más increíbles -esos juegos ridículos de la edad medieval, que el otro sea un duque que vive en inmensos castillos según la estación del año-, que abunden las situaciones y los personajes planos y estereotipados y que carezca de gags realmente graciosos. Además, hasta casi el final del filme el escocés parece perfecto, pero claro, para que el público se decante por el mejor amigo de la chica, de repente empiezan a soltar algunos defectos del antagonista bastante tontorrones para que todos queramos que gane el que se sabe que va a ganar en este tipo de películas.
En resumen: una película totalmente prescindible, quizá recomendada sólo para auténticas seguidoras de Patrick Dempsey o del recientemente fallecido Sydney Pollack -probablemente de lo mejor de la película-, o para aquellos a los que se les vaya a casar el gran amor de su vida y se dan cuenta a destiempo. Aunque una advertencia: en la vida real, no suena una preciosa música de fondo mientras irrumpes en la iglesia dispuesto a joder varias vidas, y puede que, además de llevarte un buen puñetazo por parte del novio, te quedes también sin chica. Por tardón.

viernes, 20 de junio de 2008

¿Y fueron felices para siempre en Nueva York?

Las chicas han vuelto. Y con ellas los restaurantes más chics de Nueva York, los tacones de vértigo, las margaritas y los cosmopolitans, los modelitos imposibles -¿qué demonios hace Carrie con un pájaro verde en la cabeza?-, los Manolos y, cómo no, los almuerzos entre amigas plagados de sexo.

Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte vuelven con más fuerza que nunca: con los mismos ingredientes que las hicieron triunfar pero también con algunas sorpresas bajo la manga. Samantha (Kim Cattrall) sigue soñando con el sexo - y ahora también con el botox-; Charlotte (Kristin Davis) es la dulce del cuarteto, pero ahora también es una encantadora mamá; Carrie (Sarah Jessica Parker) es una escritora de éxito que cree haber encontrado por fin la felicidad al lado de Mr. Big y Miranda (Cynthia Nixon) vive en Brooklyn con la familia que tanto esfuerzo le costó formar.

El gran cambio que nos presenta la película es que ahora el tema de preocupación principal ya no es tanto el sexo - que también está presente- como el amor. Y muy especiamente la capacidad de perdonar para poder amar.

El director Michael Patrick King se ha defendido de las críticas, que acusaban al largometraje de ser menos picante que la serie original, alegando que ahora las cuatro protagonistas tienen más de cuarenta años, han madurado y, por lo tanto, tienen otras preocupaciones. " La serie siempre tuvo como tema central la búsqueda del amor. La película habla de lo que ocurre cuando lo han encontrado". O lo que es lo mismo, qué pasa después del y fueron felices y comieron perdices. Normalmente sólo nos cuentan hasta ahí, pero qué pasa luego: ¿Les puede la monotonía? ¿Siguen practicando el sexo con la misma pasión del principio? ¿En este mundo de tentaciones, logran ser fieles?...

Todas estas preguntas obtienen respuesta en la versión cinematográfica de la exitosa serie que, digámoslo desde ya mismo, es una auténtica delicia para sus fans. Teniendo en cuenta que primero vino la serie de tv, es lógico que resulte casi imprescindible haberla visto con anterioridad para entender a sus protagonistas, y muy especialmente, la cansina relación entre Mr. Big - aquí ya conocido como John- y Carrie. No obstante, también puede verse primero el largometraje como una comedia romántica más y luego querer recuperar la serie para profundizar más en sus siempre interesantes y complejos personajes. Por ello, los primeros minutos servirán tanto a los que quieren refrescar su memoria como para los que aún no tienen el placer de conocerlas, mediante un excelente repaso de la vida de cada una de ellas con el tema Labels or love de Fergie de fondo.

Los que, como yo, siguieron la serie con pasión, entusiasmo y soñaban ser la sexta miembro del grupo- todos sabemos que la quinta es la ciudad de Nueva York-, tienen mucho ganado. Reirán sin parar en varias ocasiones, sentirán una alegría estúpida en el cuerpo al reencontrarse con esas viejas amigas, algunas escenas harán que contengan la respiración y acaben con los ojos humedecidos, disfrutarán viendo los nuevos modelitos que puestos en otro cuerpo serian una horterada pero que al llevarlos Sarah Jessica Parker parecen fabulosos... todo ello acompañado de música chic y el máximo glamour. Tal como nos enseñaron durante seis temporadas de televisión y tal como son ellas.

En Sexo en Nueva York: La película no hay trampa. Tiene todos los elementos que gustan a sus fans y no creo que decepcione a ningún seguidor de la serie. Es casi imposible no disfrutar con la visión de la vida que nos ofrecen estas cuatro amigas, que nos muestran su lado más divertido e informal, pero también las adversidades que hay que superar y los miedos que vencer. Lo que siempre me encantó de la serie es la relación entre ellas: ellas reencarnan al verdadero amor. Contando con unas amigas tan especiales y entregadas- veáse el viaje a México- parece que cualquier problema tenga solución.

Ellas nos dieron a conocer mucho sobre sexo, sobre moda, sobre la ciudad de los rascacielos y sobre el desamor, pero quizá, por encima de todo, nos enseñaron el valor de la amistad. ¡Gracias por volver y recordárnoslo!




martes, 17 de junio de 2008

¡Y, al fin, mi primera servilleta!

¿Qué te gustaría hacer realmente en la vida?, me preguntaron en una entrevista de trabajo.
Yo respondí: Me gustaría vivir en una habitación con una ventana que diera al ras de la calle. Desde esa ventana me contentaría con mirar a la gente que pasa, observar el fragmento de su vida que discurre ante mis ojos y luego verlos desaparecer.
Por sus caras supe que no era la empleada que estaban buscando.
Cuatro amigos, David Trueba