miércoles, 25 de junio de 2008

La chica que siempre tuvo y nunca miró...

Lo confieso: muy de vez en cuando me permito pequeñas frivolidades como ver una película de la que no espero mucho, tan sólo reír un rato, soñar con bonitas historias y, sobre todo, disfrutar de algún actor guapetón. Ayer, vi con mi hermano La boda de mi novia (Paul Weiland, 2008). Y casi podría asegurar que sólo cumple la última de las premisas.

Creo firmemente que la actual comedia romántica norteamericana está en crisis. Es cierto que uno ya sabe lo que va a ver y no puede exigir una serie de cosas que ya sabemos que no tiene, pero últimamente a estos guionistas se les han ido las ideas- esta se parece bastante a La boda de mi mejor amigo (P.J Hogan, 1997) y aquella al menos, fue un poco más realista- y que sólo sepan repetir una y otra vez temas, situaciones y gags ya tratados y con muy poco contenido.

Tom (Patrick Dempsey, el guapetón Mr. McDreamy de Anatomía de Grey) es un hombre sexy, de éxito y terriblemente mujeriego. Basa su vida en una serie de estúpidas normas que consisten principalmente en no acostarse con la misma mujer en al menos una semana y practicar sexo esporádico con quien sea. La única que es constante en su vida es Hannah (Michelle Monaghan), una amiga de la universidad con quien comparte todo menos la cama. Cuando ella se marcha de viaje a Escocia por motivos laborales, él se da cuenta de que está enamorado de ella y que es a la única a la que realmente necesita - y que sabe adivinar qué pastel va a pedir en un restaurante-. El problema viene cuando ella vuelve a Nueva York... comprometida con un escocés alto, rico, guapo y bien dotado. Hannah le pide a Tom que sea su dama de honor -título original del filme- y él acepta con la intención de sabotear la boda y quedarse con la chica que siempre tuvo y nunca miró.

Con este argumento no es de extrañar que abunden los tópicos, las exageraciones más increíbles -esos juegos ridículos de la edad medieval, que el otro sea un duque que vive en inmensos castillos según la estación del año-, que abunden las situaciones y los personajes planos y estereotipados y que carezca de gags realmente graciosos. Además, hasta casi el final del filme el escocés parece perfecto, pero claro, para que el público se decante por el mejor amigo de la chica, de repente empiezan a soltar algunos defectos del antagonista bastante tontorrones para que todos queramos que gane el que se sabe que va a ganar en este tipo de películas.
En resumen: una película totalmente prescindible, quizá recomendada sólo para auténticas seguidoras de Patrick Dempsey o del recientemente fallecido Sydney Pollack -probablemente de lo mejor de la película-, o para aquellos a los que se les vaya a casar el gran amor de su vida y se dan cuenta a destiempo. Aunque una advertencia: en la vida real, no suena una preciosa música de fondo mientras irrumpes en la iglesia dispuesto a joder varias vidas, y puede que, además de llevarte un buen puñetazo por parte del novio, te quedes también sin chica. Por tardón.

2 comentarios:

François de Fronsac dijo...

Pasaba por aquí para salidarte.

Celia Santos dijo...

Mucha suerte con tu blog. ¡Parece que todos nos hemos animado!
besitos
Celia